Siempre nos quedará París...

París. Ya son tres años desde que pisé tus calles por primera vez. Fue mi primer viaje en avión, y recuerdo como si fuera ayer los nervios que me devoraban por dentro. También fue la primera vez que pisaba tierras "no españolas", y la primera vez que estaba lejos de mi familia durante más de dos días.

El momento que pisé suelo parisino, fue uno de los momentos más terroríficos de toda mi vida y más bonito a la vez. Por un lado me sentía el ser más indefenso del planeta, y por otro lado, me sentí más mayor e independiente de lo que nunca había sido.

He de decir que tú, París, eras un nuevo mundo para mí, un mundo que aún de noche en noche consigue colarse en mis sueños. Recuerdo como si fuera ayer tus puestos de crêpes; tus terracitas de café francés; la perfección y elegancia de tus jardines; la alegría de las noche en Notre Dame; la diversidad de color entre tus gentes; el alucinante Louvre; el romanticismo de la señora Eiffel; el gran Sena atravesándote con sus lentos barcos...

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Hoy he recordado esa semana mágica en ti, en tus plazas sentados e intentando hacernos entender entre tu singular gente. Acordándome de aquellos chicos acompañados únicamente de su guitarra, que cantando tres canciones conseguían enamorarme durante unas horas... Sólo sé que quiero volver a tí y a sentirme como me sentí hace tres años, deliciosamente libre.

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-Si ese avión deja el suelo y tú no estás en él,

te arrepentirás. Quizá no hoy, quizá no mañana,

pero pronto y por el resto de tu vida.

-¿Pero qué pasará con nosotros?

-Siempre nos quedará París...

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